La Iglesia Cristiana: Un sedante generador de paz no valorado por el Estado
Laureano Acuña.
Por: Laureano Acuña Díaz
Tomado de La Libertad
En una sociedad marcada por la violencia y la exclusión, la iglesia cristiana ha asumido un papel crucial como agente transformador. Más allá de ser un espacio de culto, la Iglesia se ha convertido en una comunidad de apoyo que, basada en principios espirituales y éticos, facilita la resocialización de quienes desean liberar sus cargas. Su labor va mucho más allá de la predicación, contribuyendo a la construcción de una sociedad en paz mediante la transformación integral de las personas.
En Colombia, se estima que existen alrededor de 20.000 iglesias cristianas, las cuales cumplen un rol importante en la vida de las comunidades más vulnerables. El proceso de resocialización es un reto complejo. Tradicionalmente, se ha priorizado un enfoque punitivo que, en muchos casos, fracasa al no promover una verdadera restauración. La Iglesia cristiana ofrece una alternativa distinta. A través de programas de apoyo y formación ética, ha logrado que incluso personas inmersas en actividades delictivas encuentren un nuevo propósito de vida. La conversión religiosa, junto con un entorno de inclusión y esperanza, permite que estas personas se alejen de la criminalidad y se reintegren como ciudadanos productivos.
El acompañamiento emocional y espiritual es esencial en este proceso. A la iglesia se acercan muchos ciudadanos en busca del perdón y la reconciliación espiritual con Dios, algunos por motivos de drogadicción, otros por delincuencia y otros por falta de oportunidades o desesperanza. La Iglesia, con su mensaje de redención, brinda un nuevo horizonte a quienes se sienten atrapados en un ciclo de violencia. Su trabajo no se limita a lo espiritual; también incluye apoyo psicológico y social, formando valores que permiten una reintegración genuina. Los testimonios de quienes han transformado sus vidas gracias a esta labor son evidencia del poder de la fe y de la acción comunitaria.
La Iglesia también juega un papel vital como promotora de paz y reconciliación. En comunidades donde la fragmentación social es evidente, la Iglesia se convierte en un espacio de encuentro y unidad. A través de proyectos sociales, fomentan el desarrollo comunitario, el diálogo y la prevención de la violencia. En barrios marginales, donde el Estado suele estar ausente, la Iglesia asume un rol protector, ofreciendo apoyo material y educativo a las comunidades más vulnerables. Al predicar valores como el amor al prójimo y el perdón, la Iglesia no solo desalienta la criminalidad, sino que también promueve la integración y la convivencia pacífica.
En este contexto, resulta evidente que el Estado colombiano debe reconocer y apoyar la labor de la Iglesia mediante políticas públicas que fortalezcan su impacto social. Incentivos fiscales, apoyo financiero a proyectos de resocialización y colaboración en programas sociales, son pasos necesarios para consolidar la misión de la Iglesia. Reconocer su eficacia en áreas donde las instituciones públicas no llegan, es fundamental para construir una sociedad más pacífica y cohesionada.
El camino hacia la resocialización y la paz no es fácil ni inmediato. Requiere del esfuerzo conjunto de la Iglesia, el Estado y la comunidad. La criminalidad no se erradica solo con leyes y castigos, sino con una apuesta por la transformación integral del ser humano. La Iglesia, apoyada por políticas públicas, tiene un rol crucial en este proceso. En un mundo tan necesitado de esperanza y reconciliación, su papel sigue siendo tan relevante como indispensable.
En conclusión, la Iglesia Cristiana es un actor clave en la resocialización y la construcción de una sociedad en paz. Su labor no solo transforma vidas individuales, sino que fortalece el tejido social, alejando a las personas de la criminalidad y promoviendo una cultura de paz. Con el respaldo adecuado por parte del Estado, esta misión puede expandirse, logrando un impacto aún mayor en la creación de una sociedad más justa y armónica.