El Espectador

James Rodríguez, en su presentación en el León de México.

Alianza Informativa El Espectador / © Luis Ramírez

Las grandes estrellas, que ya maduras, antes regresaban exclusivamente a Argentina o Brasil, pero ahora se plantean el fútbol colombiano. Sin embargo, el costo para quienes fueron figuras globales, como Falcao o James, puede ser tal que, aunque quieran, las cuentas no les cuadran.

Ante las quejas gratuitas de las redes sociales exigiendo que los futbolistas paguen impuestos “como todos”, es importante anotar que sí pagan el impuesto a la renta, es decir, sobre el flujo de ingresos que reciban en Colombia. Al país no vienen a evadir.

El problema es el impuesto al patrimonio. Si el futbolista se convierte en residente fiscal (vive en Colombia durante más de 183 días en un año calendario) tendrá que abonar un impuesto sobre todas las propiedades que pueda haber acumulado en su carrera, estén en Colombia o no.

Un futbolista de élite mundial, de esos que triunfaron en Europa, puede haber tenido topes de salarios anuales, libres de impuestos, de alrededor de USD $15.000.000 en un año. Sumando premios, patrocinios y otros ingresos, y suponiendo cierto “juicio”, su patrimonio puede oscilar fácilmente entre los USD $100 y USD $200 millones. Messi, se estima, podría tener un patrimonio de alrededor de USD $650 millones, y creciendo.

Para atraer a una estrella de ese calibre, así esté en el ocaso de su carrera, habrá que abonarle al menos unos USD $100.000 al mes. Aunque hay poca información sobre el tema, en Colombia normalmente aún no se paga “libre” de impuestos. En Europa, el club asume los impuestos, aquí podemos suponer que ese es un monto bruto. Es decir, sobre eso pagaría hasta una tasa marginal del 39 %.

El impuesto al patrimonio en Colombia lo deben abonar quienes tengan un patrimonio mayor a unos USD $800.000. La tasa es creciente, alcanzando el 1,5 % del patrimonio neto cuando este supera unos USD $2.700.000. Aun con las deducciones, por la vivienda de residencia, por ejemplo, es factible que al futbolista en cuestión literalmente le toque pagar por jugar en Colombia. Es decir, que lo que debe pagar por su patrimonio, que adquirió tras largas y exitosas carreras en el exterior, puede superar lo que recibe de salario en Colombia.

La literatura económica sobre impuestos al patrimonio ha estudiado temas de aglomeración alrededor de los valores de corte, evasión y migración. No conozco trabajos sistemáticos sobre el freno que tales impuestos tengan para atraer a los más ricos. No obstante, estamos viviendo casos específicos. Más allá del desorden actual del país, sería ideal que nuestras estrellas (deportivas o artísticas) residieran aquí. La combinación de riesgo país con altos impuestos relativos es una invitación a que no vengan.

Actualmente, mientras unos buscan tasar universalmente las grandes fortunas del mundo, los impuestos al patrimonio se utilizan cada vez menos. De haber una tasa universal, Colombia no perdería competitividad. Sin embargo, buscando traer ese talento único, valdría la pena plantearse excepciones para individuos como Falcao o James. Su contribución a la patria va más allá de un impuesto al patrimonio.

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